Vivimos en una sociedad que fomenta la dictadura de la felicidad por encima del sentir real de la persona. Tenemos que hacer todo lo que está en nuestras manos para ser optimistas, vitales y fuertes. Y si no es el caso algo estamos haciendo mal, es nuestra culpa porque no hacemos lo suficiente. Como si en la vida lo normal fuera sentirnos siempre bien, alegres y felices. Criminalizando las emociones que juzgamos como desagradables: miedo, enfado, tristeza.
A veces somos capaces de hacer cualquier cosa para encajar en esta creencia evitando sentir dolor y malestar a toda consta. Esto nos genera ansiedad. Actuando en determinadas ocasiones de forma impulsiva y perjudicial para nosotras mismas y las otras personas. Esa búsqueda constante de sensaciones placenteras puede hacer que las personas acudan al abuso de sustancias como puede ser el alcohol y las drogas, que crean una falsa sensación de bienestar. Hay personas que dicen que al consumirlas se “sienten más libres, vivas y menos ansiosas”. Esta sensación es momentánea y después se produce el bajón físico y emocional.
También podemos intentar fumarnos nuestra angustia y nuestras emociones. O abusar de la toma de antidepresivos y ansiolíticos, que aunque en determinadas ocasiones pueden ser necesarios, en otras lo único que se pretende es dejar de sentir lo que estamos sintiendo. Al callarlo con medicamentos, nos impide descubrir el mensaje que nos trae. Entender qué cosas no van bien en nuestra vida y son necesarias cambiar.
Las conductas compulsivas frente a la comida son otro intento de llenar ese vacío emocional con alimento. O incluso se pueden establecer relaciones tóxicas (codependencia) donde el otro es como una droga que cuesta dejar a pesar de saber que nos hace mal. Debido a esto caemos en juegos psicológicos donde nos hacemos daño. Buscamos desesperadamente que la otro persona cubra nuestras carencias. Exigiendo que sea como una desea, que cumpla nuestras expectativas. Creyendo que cuando esto suceda todos nuestros problemas desaparecerán y por fin lograremos esa felicidad soñada.
Pero no nos engañemos, la vida tiene momentos buenos y malos. No caigas en la dictadura de la felicidad. No es que tengamos buena o mala suerte, en realidad la vida es así. Todos pasamos por situaciones difíciles (como puede ser la muerte de un ser querido, una ruptura amorosa, problemas en el trabajo o desencuentros con nuestros seres queridos…) Todo esto es normal, no juzgues ni anestesies tus emociones porque no se puede elegir lo que queremos sentir. Si suprimes aquello que no te gusta (tristeza, miedo, rabia…) se suprime también aquello que te gusta (alegría, motivación, ilusión…)
¿Qué podemos hacer entonces?
–Desarrollar el autoconocimiento. Si comprendes cómo eres y lo que necesitas, sin juicio, es más fácil que puedas llevar a cabo lo necesario para poder aceptar y manejar los momentos de malestar. A la vez podrás disfrutar y recargarte en los buenos momentos.
–Entender que es normal sentirse a veces mal. No siempre tenemos la misma energía. Tenemos derecho a ello y es importante permitírnoslo. No tenemos control sobre los hechos pero sí sobre nuestras reacciones. Algo que te puede ayudar en desdramatizar, relativizar, verlo con distancia.
–Aceptar y esperar que “la tormenta pase”. Saber que hay días grises, pero que estos no duran para siempre. Mientras ocurre intenta ver qué necesitas y qué puedes hacer para sentirte algo mejor.
–Las emociones buscan ser entendidas y escuchadas. Hay un mensaje detrás de tu sentir. Intenta descubrir qué te quiere decir tu cuerpo, qué puedes aprender de tu emoción y qué necesitas quizás modificar en tu vida para que no se estanquen las emociones y puedan fluir libremente.
–La respiración es un remedio natural que te puede ayudar. Puedes hacer 3 respiraciones profundas, inspira por la nariz, llevando el aire al estómago, mantenlo ahí un tiempo y expira de nuevo por la nariz. Esto ayuda a que la emoción se calme y el cuerpo vaya llegando poco a poco a una sensación de tranquilidad y bienestar.
–Toma consciencia de las creencias que tienes. Algunas te ayudarán a sentirte mejor y otras seguramente te perjudican. Es positivo de vez en cuando replantearse aquello que una vez dimos como cierto.
-Es importante que tus acciones sean acordes a tus pensamientos y emociones. No basta con pensarlo, también es necesario actuarlo, realizarlo, llevar a cabo los cambios necesarios para podernos sentir mejor. La coherencia interna nos ayuda a estar centradas. Esta armonía nos permite alcanzar una estabilidad emocional.
Recuerda liberarte de la dictadura de la felicidad y atreverte a ser tu mismo.
Si deseas profundizar en tu autoconocimiento. Conocer un poco más sobre tu forma de pensar, sentir y actuar. Si quieres aprender o reaprender a acompañar y gestionar tus emociones. Cuenta con nosotras.
Laura Raijenstein.
Psicóloga-Psicoterapeuta Online
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